En poco tiempo, la moda de por las freidoras de aire ha estallado. No queremos explicarte por qué se considera uno de los electrodomésticos más útiles de la cocina y ni por qué ha conquistado literalmente las redes sociales con numerosos grupos activos. Pero, si te sugerimos que la compres si quieres ahorrar dinero y mejorar la preparación de los alimentos en casa .

Se llama "freidora" pero es realidad es un "horno". De hecho, para ser exactos, es un tipo particular de mini horno de ventilación. La característica que distingue una freidora de aire (llamada en otras palabras "un sistema de cocción de freidora de aire") y un horno de convección es la forma y la posición de las bobinas y el ventilador.

En un horno, las bobinas tienen forma de S, de pie en la parte superior e inferior y el impulsor, separado, en el medio. En la freidora de aire, por otro lado, la bobina tiene forma de espiral, se coloca en la parte superior y se une al ventilador. De esta manera, el ventilador empuja con fuerza el calor de arriba hacia abajo creando un poderoso vórtice de aire caliente, que es capaz de evaporar las grasas ya contenidas en los alimentos.

Los alimentos se cocinan quedando crujientes por fuera y tiernos por dentro, tal y como suele ocurrir en las frituras y por eso se les llama freidoras de aire.

Sin embargo, en el horno tradicional o en los hornos eléctricos normales, las resistencias están tanto arriba como abajo y el ventilador lateral hace circular el aire, para no secarlo demasiado, pero no con tanta fuerza.

En resumen, el horno tradicional es más adecuado para cocciones más lentas, incluidas las levaduras y los postres horneados (en particular, aquellos que necesitan ‘hincharse’ durante la cocción). Hechas estas necesarias premisas, sin embargo, hay que añadir que en poco tiempo se lanzaron al mercado freidoras de aire muy avanzadas y que permiten cocinar los alimentos incluso por la parte inferior y obtener buenos resultados incluso con platos a base de carne.

Las razones por las que el uso de la freidora te permite ahorrar dinero son muchas y variadas, aunque cabe señalar que las freidoras de aire no son aparatos de bajo consumo.

El consumo se asemeja mucho al de los hornos empotrados tradicionales pudiendo llegar incluso a los 2.000 W de absorción. Pero la diferencia fundamental es que tarda menos en alcanzar la temperatura deseada y dado el tamaño mucho más pequeño, reduce los tiempos de cocción.

El consumo eléctrico es menor a final de mes para el mismo uso de un horno tradicional, con un gran alivio en la factura del hogar. Pero también, no requiere condimentos adicionales, como el uso de aceites, donde tanto el aceite de girasol como el aceite de oliva alcanzan precios muy altos en la actual cesta de la compra. Tener la posibilidad de cocinar sin tener que añadir nada, o simplemente unas gotas, permite reducir este gasto.

Por este motivo, las freidoras de aire son especialmente adecuadas para cocinar alimentos prefritos, rebozados o preempanados, y todos los alimentos que contengan grasas naturales: no es necesario añadir más porque los alimentos se cocinan en su propia grasa, que se derretirá, haciéndolo crujiente. Si la comida es sin grasas o baja en grasas, siempre puedes añadir un poco con una cucharilla.

Pero hay otras razones por las que con el uso de una freidora de aire conseguirás ahorrar dinero a largo plazo. Usar un electrodoméstico de este tipo te permite reducir el gasto de una manera muy efectiva, porque rara vez encenderás el horno, que consume mucho más solo pro calentar, por ejemplo, una sola porción de comida. Una freidora de aire te permite calentar rápidamente alimentos congelados o descongelados, restaurando el crujido de los platos, como, por ejemplo, pasteles salados.

Aunque ahora existen freidoras de aire de diferentes tamaños, el aparato ha sido diseñado para ofrecer una solución de cocción más compacta en comparación con un horno tradicional. Por este motivo se adapta más a las necesidades de familias pequeñas, parejas y estudiantes.

Los solteros, de hecho, encontrarán en la freidora un aliado en la cocina, precisamente porque no tendrán que encender el horno para preparar porciones muy pequeñas de comida. Aquellos que tienen una familia numerosa, pero están solos en casa para almorzar, gracias al teletrabajo, pueden recalentar el almuerzo mucho más rápido que usando el horno e incluso sin tener que usar el la placa vitrocerámica.

Aquellos que, por el contrario, logran ir a casa a almorzar o cenar, teniendo que hacer frente a los mil compromisos de la vida diaria, seguramente apreciarán la velocidad de cocción de este aparato.

Desde el punto de vista de la calidad de los alimentos preparados, la freidora también representa una ayuda para quien está a dieta o quiere comer con un bajo contenido en grasas: permite cocinar sin condimentos y sazonar los alimentos una vez cocidos con unas gotas de aceite. De hecho, el aire caliente envuelve la comida por todos lados y permite que las grasas saturadas se escurran al fondo del cajón o estante central de la freidora.

Por último, no es un pequeño detalle para los que tienen una cocina pequeña, es una solución que ahorra espacio y te permite cocinar desde el primer plato hasta el postre.

Como siempre sucede cuando un electrodoméstico tiene mucho éxito, en el mercado se han ofrecido varios modelos. Por lo tanto, el precio puede variar, e incluso mucho, en función de las características técnicas, incluida la potencia y la capacidad (algunos incluso permiten cocinar en varios niveles). Van desde los modelos básicos en torno a los 50 euros hasta el tope de gama alta, a partir de los 400 euros.

Sin embargo, el primer factor a evaluar antes de comprar es el número habitual de porciones que se cocinarán al mismo tiempo. Evidentemente, cuanto más grande sea la freidora y más accesorios y más vatios de potencia tenga, más costará. También es necesario tener en cuenta que utilizar un modelo demasiado pequeño para tus necesidades te obligará a realizar varios ciclos de cocción consecutivos. Pero llegados a ese punto, seguro que se nota el impacto en la factura y… ¡adiós ahorro!

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